La sentencia de la Corte Internacional de Justicia de La Haya no hace más que habilitar legalmente, el desequilibrio norte-sur, países ricos-países pobres.
La sentencia convalida la posición de decretar basurero del mundo, del mundo capitalista, a los países emergentes en vías de desarrollo.
Convengamos, para cambiar el eje del debate y posicionarlo donde creemos que debe estar enfocado, que la cuestión a resolver en este caso, más allá de que técnica, jurídica y pulcramente, haya sido establecer si la razón pertenecía a Argentina o a Uruguay, el fondo de la cuestión es si se puede o no utilizar territorios de los países periféricos para establecer las industrias sucias que en los países ricos generan polución, degradación del ambiente, enfermedades.
El fallo, por tanto, es jurídicamente correcto. Y políticamente deleznable. Fija la posición de los países poderosos, quienes trasladan a los débiles los problemas que no quieren tener en sus territorios.
Esto no es nuevo, es una cadena histórica que nos afecta desde que rompimos con España e intentamos dar pasos soberanos como naciones libres e independientes latinoamericanas. De esto unos 200 años…
La “guerra del mar”, fraticida, entre chilenos por un lado y peruanos y bolivianos por el otro, se inició por el pretendido cobro de impuestos por la extracción de mineral por parte del gobierno boliviano a la empresa británica que realizaba la explotación.
La “guerra del Paraguay”, fraticida, se originó por los intereses de la petrolera británica que debía evitar de cualquier modo la afectación de los mismos. Paraguay quedó, merced a esta guerra casi sin hombres. Demás está decir que previo a esta situación, ese país perfilaba como uno de los puntales del desarrollo americano.
Y así. Pues entonces no debemos analizar el fallo técnicamente. Si no hacemos el análisis de lo subyacente, de lo expresado entre líneas, vamos a seguir creyendo que el problema es Uruguay, que el problema son los asambleístas, que el problema es el árbol. El árbol no debe taparnos el bosque, aunque suene socarrón para el caso.
El fallo es un claro mensaje de que en el sur se puede hacer lo que en el norte no. Y el que se oponga, que lleve el caso a la Corte.
Manuel Herbas
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